Mis tres familiares estaban allí. Quizás, al principio, un tanto cohibidos, pero lo cierto es que su visita vino a rescatarme de la soledad de aquella sucia habitación de hospital.
Papá me preguntó qué tal me encontraba, si me daban de comer bien y si la atención era la adecuada. Como yo tampoco fuí muy expresivo, decidió hablarme de cosas que a mí no me importaban demasiado, pero me ayudaban a salir del más puro hastiazgo. De esta forma, temas como su puesto de trabajo (trabajaba en una oficina), el mal estado de las carreteras o las contínuas derrotas de su equipo de fútbol, ocuparon una buena parte de nuestro tiempo. Al menos, así fue hasta que mamá le interrumpió bruscamente, cosa que yo le agradecí bastante. Lo hizo para entregarme unos regalos, algo no previsto: un libro y unos bombones. Resultó ser lo último de J.M. Le Clézio. Nunca sentí una gran afición por la novela francesa, pero cualquier cosa para distraerme era buena.
Mamá era más agradable, jamás la hubiera imaginado así. Me dijo, con gran dramatismo, que aquellos días habían sido muy duros; me había echado mucho de menos. Habló de sus amigas y de lo poco obediente que era mi hermana. Y ahí estuvo el momento de mayor tensión, algo que yo ya había previsto. Se enzarzó con papá en una discusión que no llevaba a ninguna parte sobre la educación que nos estaban dando. Pese a que, desde mi punto de vista, ninguno de los dos tenía demasiada razón, me era entretenido. Así que asistí a ello como el simple espectador que era, comiendo los bombones.
Como la cosa no iba a ninguna parte y llevaban un buen rato así, hablé con mi hermana. Ella lo hacía realmente bien. No se preocupaba demasiado por las discusiones. Fue bastante sincera diciendo que quería salir de allí cuanto antes, que la atmósfera de los hospitales nunca le había gustado. Me dí cuenta de que no teníamos demasiados temas en común, quizás por encontrarse en una etapa quinceañera.
Y en esas, advertí de que ya había pasado la hora. Antes de volver a sumirme en la soledad de mi habitación, les dí un fuerte aplauso. Me había gustado la experiencia. Aquellos actores eran realmente unos profesionales.
martes, 30 de junio de 2009
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4 comentarios:
muy bonito, cuando seas mayor seras un escritor de exito como yo.
Ahorradme el suplicio.
Pero gracias.
clap clap clap clap
sería más expresivo, pero es que no termino dep illarle el tono al blog... =S
Estamos intentado desentrañar el significado "clap, clap, clap, clap". No sabemos si son aplausos o pataleos en el suelo.
El blog no tiene tono. No es temático. Quién sabe de qué puede ir la siguiente entrada.
Por cierto, fans y groupies de David: Se encuentra sin internet y tiene que hacer verdaderos milagros para conectarse. Pero volverá.
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