El día que Úrsula Cueto puso al pueblo en los periódicos sólo se enteró el párroco. Hasta ese momento, al menos en lo material, era un sitio como cualquier otro. Tenía su plaza de ayuntamiento, un bar donde la gente jugaba al mus y quedaba tras la jornada de trabajo, una iglesia románica que había resistido a dos incendios y un mercado, instalado los jueves, donde las mujeres como ella compraban y arrastraban sus cestas mostrando lo frescas que eran las lechugas que acababan de adquirir.
Existen aspectos menos materiales y más de tipo espiritual que distinguen a unos sitios de otros. El pueblo se caracterizó por el cura, que era especialmente indulgente con los pecados y tenía la extraña virtud de acortar los sermones y hacer menos duraderas las misas, lo cual era muy agradecido por los múltiples fieles que cada domingo acudían a sus homilías. Realmente, nunca se supo muy bien si iban por la brevedad o por la devoción sentida hacia la imagen de la virgen del lugar, a la cual se le atribuía la salvación del templo en las dos ocasiones en que estuvo bajo las llamas.
Algo también propio del pueblo fue el haberse mantenido al margen de las páginas de sucesos de La Voz, el periódico regional de tirada semanal. Las únicas referencias que se encontraron en la hemeroteca eran relativas a la peatonalización de las diversas calles. El ruido y el polvo que aquello levantó, fue motivo de protesta para varios vecinos. Y eso lo sabía bien el marido de Úrsula, que por entonces era alcalde y salió bastante cansado de ello. Quizás ahí comenzaron sus relaciones con el alcohol y los problemas en la familia.
El día que Úrsula Cueto puso al pueblo en los periódicos, corrió a confesarse ante el cura. Confiaba en él. Flexionó ligeramente su rodilla y, con voz grave y resignada, dijo que lo había hecho porque ya no aguantaba más. La noche anterior su marido había bebido más de la cuenta en el bar de la plaza. Al llegar a casa, gritos, heridas, golpes. Y ella, como respuesta, se había limitado a darle un uso distinto al picahielos. Aunque de eso no se enteraron los habitantes hasta unos días después, cuando leyeron las páginas de sucesos de La Voz.
Fotografía: Cristina García Rodero. La confesión.
Nota Marginal: Cristina García Rodero es, desde junio de este año, la primera fotógrafa española de la agencia Magnum. Del 27 de agosto al 27 de septiembre habrá en Valladolid una exposición con parte de su obra. Más información aquí.
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