jueves, 21 de enero de 2010
LA SOCIEDAD DEL SUPERMERCADO. CAPÍTULO I Eroski logra el socialismo.
Jerzy Buzek es un señor polaco de 69 años con pelo blanco y que, inicialmente, fue ingeniero químico de profesión. Probó el chocolate por pimera vez al finalizar la II Guerra Mundial, cuando un soldado se lo ofreció. Tuvo el privilegio de estudiar en Cambridge y de allí se llevó varios libros que en su país estaban prohibidos. Actualmente es presidente del Parlamento Europeo. Según lo que él y cualquier persona de su nacionalidad afirman, la Iglesia católica jugó un papel importantísimo, no sólo para liberar a su país de la dictadura comunista a la que estaba sometida, sino también a la hora de aglutinar a las masas y dar una sensación de movilización y unidad social.
Unos cuantos kilómetros más al sudoeste, en Francia, la escuela cumple una función educativa y, además, se pretende que cumpla un objetivo como es el de la mezcla de clases y que ello contribuya a un sentimiento de pertenencia a una sociedad. Para realizar este propósito hay un mapa escolar que obliga a los alumnos a inscribirse en los colegios más próximos a sus casas. Ciertos sectores del Partido Socialista Francés ven en esa carta la plasmación de varios principios republicanos y a cada mención de reforma de la misma, ponen el grito en el cielo.
Extrapolando estos dos elementos aglutinadores sociales (iglesia y escuela) al barrio donde vivo de Valladolid, podemos proclamar el más absoluto fracaso de ambos. Ya desde un punto de vista estético supone la parroquia un atentado contra la dignidad (idea con bastante influencia del cristianismo, por cierto). Si observamos quién va a las misas, comprobaremos que la edad media es alta tirando a muy alta, pese a que mi estimada abuela pretenda convencerme diciéndome: "si está llena de guajes como tú, fíu" (eso en teoría es bable). Que la juventud española no es la polaca, para bien o para mal, es algo que he aprendido tras varios meses de erasmus en Colonia con varios amigos de allí.
El papel de la escuela republicana francesa de fraternité, igualité y de mezcla de clases tampoco se cumple en mi barrio completamente. En el instituto público al que fuí coincidíamos todos, sí. Pero sólo los que íbamos allí. Hubo padres que o bien porque confiaban en que su hijo estaría más cerca de Dios si lo llevaban a los Hermanos Maristas, o bien porque simplemente no querían que se juntase con gitanos, huyeron de la educación pública. Obviamente, a nadie con un mínimo sentido común, se le ocurriría pensar que la forma en que se impartía la materia o el contenido mismo de lo explicado, iba a ser mejor en los Maristas que en otro sitio.
Fracasadas dos Instituciones como Iglesia y Escuela en lo relativo al aglutamiento y unidad social, cabe acudir pues al Estado. No, olvídese, mejor no. Construyeron un centro cívico pero el ayuntamiento no tiene dinero para abrirlo. Mala suerte, otra vez será. ¿Qué me dice, amigo, de las asociaciones de vecinos? Bueno, es cierto, son voluntariosas, pero organizan fiestas y muy poca gente va (el folklore castellano y yo nos llevamos francamente mal). Nadie se atreve a sacar el orgullo de barrio.
Y sin embargo...¿Podemos decir que es un barrio desangelado, donde no hay un maldito punto común o algo por el estilo, donde a los que viven allí no les une absolutamente ninguna institución clásica de las ya mencionadas? Pues no. Podemos hacer referencia a las pistas de fútbol y baloncesto, pero el verdadero centro neurálgico lo decidieron unos empresarios. Y, para demostrar que los vascos nacen donde quieren, los señores gestores de Eroski-Consumer (antes eran algo similar, ahora no sé. El libro de estilo de Cerveza Amarga prohibe investigar durante más de cinco minutos) decidieron ubicar hace unos seis años el único supermercado de la zona no en un sitio cualquiera, sino nada más ni nada menos que junto al edificio de la iglesia que, como ya he comentado, lesiona la muy cristiana Dignidad, la vista y el orden estético. De tal forma que los feligreses pueden ir a misa el sábado, aparcar el coche en el parking del establecimiento y de paso hacer la compra para toda la semana. Religión y capitalismo nunca se llevaron tan bien.
No contentos con hacer que el supermercado fuera el centro del barrio, el lugar donde confluímos todos, el verdadero y único elemento algutinador, los señores de Eroski-Consumer se dedicaron a repartir platos de cerámica durante las primeras semanas tras su inauguración. Todo a modo de promoción. ¿Qué consiguieron? Que TODOS los de la zona, cualquiera su clase social (alta, media o baja), gitanos o no gitanos, inmigrantes o de donde fuesen, acabásemos con el mismo modelo de plato entre las estanterías de nuestro hogar: de barro, pintado de blanco y con adornos azules. Por eso, si usted acude a cualquier casa de Huerta del Rey, verá que todos tenemos la misma vajilla.
En realidad, lo que Eroski-Consumer consiguió fue algo muy distinto. Lograron algo que ni siquiera se habían planteado: uno de los principios del socialismo más puro y duro, la homogeneización social y sensación de grupo a través del supermercado y de la vajilla. Y el capitalismo y la cerámica, unidos por una empresa vasca, realizaron lo que ni la Iglesia, ni la Escuela, ni el Estado, ni las asociaciones de vecinos ni nadie había logrado hasta ese momento.
Nota Marginal: Llegará la segunda parte, pero pedimos paciencia porque son malas fechas y a veces nos toca hasta estudiar. Sí, sí, yo también lo encuentro indignante, no hace falta que me lo digan.
Fotos: Un señor de pelo blanco, también polaco, pero que no es Jerzy Buzek. En la segunda foto, vajilla como la de Eroski pero que no es la de Eroski.
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viernes, 8 de enero de 2010
Puñalada trapera (II): Irlanda católica
Terminamos con esta traición a Irlanda por la espalda, no porque ya sólo queden cosas buenas que comentar, sino porque mañana vuelvo allí (si las nieves y los aeropuertos lo permiten, que la cosa tiene mala pinta), y está muy feo eso de ir a casa de alguien e insultarle. Muy feo y muy caro, según parece.
Resulta que Irlanda es uno de los países más hiperultramegamastercatólicos del mundo, quizá por detrás de Polonia (país del que sabe jugosas anécdotas el compañero Vázquez). Pero no voy a engañar al avispado lector. Podría realmente buscar esa Irlanda que me esperaba, podría forzar la historia, decir que me obligan a ir a misa, que rezamos antes de las clases, que religión me computa para la nota final... pero no sería cierto. Debo admitir que, al contrario que en la entrada anterior, no he visto nada excepcionalmente anormal que no haya visto en España, quizá porque no me gusta frecuentar esos ambientes: muchas calles con nombre de santos, muchas iglesias, crucecitas y blabla. Lo más remarcable quizá sea que en el propio campus de la universidad haya una iglesia (en la que, como es natural, se celebran bodas y esos actos de los que gustan los católicos), y aún así como anécdota es bastante pobre, ya que me he enterado de que hasta la Universidad de Burgos tiene servicios religiosos.
En este momento el lector estará desolado: se esperaba una cuantiosa descarga de adrenalina, unos insultos más o menos irónicos, ataques inteligentes... y se encuentra con un coñazo de tio que no ha visto - no ha sabido ver- la ultrareligiosidad de Irlanda y que encima no se atreve a cruzar la delicada frontera de lo politicamente incorrecto. ¡No nos aburras, pesao!
No pasa nada, si en el trabajo de campo no hemos encontrado evidencias sólo hace falta saltar de nivel. Si nos centramos en lo político, o más concretamente, lo legislativo, sí que podemos encontrar material bastante descacharrante derivado de nuestro querido catolicismo. Me pregunto cuánta gente se habrá borrado al leer la palabra "político". Sigamos.
Para empezar, el divorcio es legal en Irlanda sólo desde 1996. En efecto, hasta a España llegó antes (para disfrute de Álvarez-Cascos), y eso que son una "democracia" desde hace bastantes más años. Para seguir, el aborto es ilegalérrimo, no quieren ni oír hablar de ello. Creo que hay algún caso muy muy muy muy pero que muy excepcional en el que el aborto está contemplado, pero me imagino que tendrá que ver con alineación de planetas o eclipses imposibles. Resulta curioso que cuando se votaba el ya comentado referéndum para aceptar o no el Tratado de Lisboa, Irlanda estaba especialmente preocupada porque temía que las normas comunitarias le obligaran de alguna manera a aceptar el aborto (que no sé si es común en toda la Unión Europea). En cualquier caso, el referéndum salió no, y para que accedieran a realizar la segunda consulta presionaron bastante para que les dejaran a) mantener un delegado suyo nosedonde (hasta aquí llega mi información) y b) mantener sus propias leyes sobre el aborto. Y la UE aceptó estas exigencias, ojo. Esto lo sé no porque me haya documentado, que ya conté que en este blog jamás nadie lo hace, sino porque me dieron un panfleto a favor del SÍ en el que lo explicaban. Me hizo gracia el tono del texto en cuestión: "¡Tranquilos! Votar SÍ al Tratado de Lisboa no significa votar SÍ al aborto!". Y ganó el SÍ, como todos saben, y el aborto siguió prohibido y las hijas de padres acaudalados tuvieron que irse a Londres, como en tiempos de Paco.
Pero lo realmente divertido ha llegado este año, el mismo uno de enero de 2010. Resulta que ha entrado en vigor una nueva ley que convierte la blasfemia en delito. Hasta 25.000 euros por blasfemar, dice El País en ese enlace (de ahí lo de "caro" que comentaba en el primer párrafo). Tranquilos, no corran a mirar su calendario, seguimos en el S.XXI (lo cual, visto cómo está el mundo, no significa gran cosa). Se acabó el gritar "¡Me cago en Dios!" o "¡Jesús, cobarde, gallina, capitán de la sardina!". En realidad, si lo piensas bien, es una ley absurda, ya que absolutamente todos son blasfemos en uno u otro sentido: el católico para el musulmán por por no pensar que Mahoma es su profeta, el musulmán para el católico por no admirar al Papa como máximo exponente de Dios en la tierra, y yo para todos por no creer en historias fantásticas excepto en las de Roald Dahl. Y así sucesivamente. Afortunadamente, hay gente sensata en la isla, como los de Atheist Ireland, que han denunciado la estupidez de esta ley y se han atrevido a hacer lo que yo todavía no he hecho en este texto, es decir, transgredir y provocar, publicando 25 citas blasfemas de diferentes personas (entre ellas, Jesuscristo y Mahoma, cielos). Había pensado que sería genial cerrar el texto con unas palabras de la pesada de Björk que terminan con un contundente "fuck the Buddhists", pero he reflexionado y creo que, para no romper este tono de aburrida corrección política, será mejor concluír con Salman Rushdie, el resto que los lean los lectores por su cuenta.
Nota. A partir de mañana, si todo va bien, volveré a estar en Cork, así que se dan por concluídas las "blasfemias contra Irlanda". Si algún irlandés pregunta, no he sido yo.
Resulta que Irlanda es uno de los países más hiperultramegamastercatólicos del mundo, quizá por detrás de Polonia (país del que sabe jugosas anécdotas el compañero Vázquez). Pero no voy a engañar al avispado lector. Podría realmente buscar esa Irlanda que me esperaba, podría forzar la historia, decir que me obligan a ir a misa, que rezamos antes de las clases, que religión me computa para la nota final... pero no sería cierto. Debo admitir que, al contrario que en la entrada anterior, no he visto nada excepcionalmente anormal que no haya visto en España, quizá porque no me gusta frecuentar esos ambientes: muchas calles con nombre de santos, muchas iglesias, crucecitas y blabla. Lo más remarcable quizá sea que en el propio campus de la universidad haya una iglesia (en la que, como es natural, se celebran bodas y esos actos de los que gustan los católicos), y aún así como anécdota es bastante pobre, ya que me he enterado de que hasta la Universidad de Burgos tiene servicios religiosos.
En este momento el lector estará desolado: se esperaba una cuantiosa descarga de adrenalina, unos insultos más o menos irónicos, ataques inteligentes... y se encuentra con un coñazo de tio que no ha visto - no ha sabido ver- la ultrareligiosidad de Irlanda y que encima no se atreve a cruzar la delicada frontera de lo politicamente incorrecto. ¡No nos aburras, pesao!
No pasa nada, si en el trabajo de campo no hemos encontrado evidencias sólo hace falta saltar de nivel. Si nos centramos en lo político, o más concretamente, lo legislativo, sí que podemos encontrar material bastante descacharrante derivado de nuestro querido catolicismo. Me pregunto cuánta gente se habrá borrado al leer la palabra "político". Sigamos.
Para empezar, el divorcio es legal en Irlanda sólo desde 1996. En efecto, hasta a España llegó antes (para disfrute de Álvarez-Cascos), y eso que son una "democracia" desde hace bastantes más años. Para seguir, el aborto es ilegalérrimo, no quieren ni oír hablar de ello. Creo que hay algún caso muy muy muy muy pero que muy excepcional en el que el aborto está contemplado, pero me imagino que tendrá que ver con alineación de planetas o eclipses imposibles. Resulta curioso que cuando se votaba el ya comentado referéndum para aceptar o no el Tratado de Lisboa, Irlanda estaba especialmente preocupada porque temía que las normas comunitarias le obligaran de alguna manera a aceptar el aborto (que no sé si es común en toda la Unión Europea). En cualquier caso, el referéndum salió no, y para que accedieran a realizar la segunda consulta presionaron bastante para que les dejaran a) mantener un delegado suyo nosedonde (hasta aquí llega mi información) y b) mantener sus propias leyes sobre el aborto. Y la UE aceptó estas exigencias, ojo. Esto lo sé no porque me haya documentado, que ya conté que en este blog jamás nadie lo hace, sino porque me dieron un panfleto a favor del SÍ en el que lo explicaban. Me hizo gracia el tono del texto en cuestión: "¡Tranquilos! Votar SÍ al Tratado de Lisboa no significa votar SÍ al aborto!". Y ganó el SÍ, como todos saben, y el aborto siguió prohibido y las hijas de padres acaudalados tuvieron que irse a Londres, como en tiempos de Paco.
Ingeniosa viñeta que nos recuerda que la iglesia católica irlandesa también ha tenido ciertos "problemillas" relacionados con la pederastia.
Pero lo realmente divertido ha llegado este año, el mismo uno de enero de 2010. Resulta que ha entrado en vigor una nueva ley que convierte la blasfemia en delito. Hasta 25.000 euros por blasfemar, dice El País en ese enlace (de ahí lo de "caro" que comentaba en el primer párrafo). Tranquilos, no corran a mirar su calendario, seguimos en el S.XXI (lo cual, visto cómo está el mundo, no significa gran cosa). Se acabó el gritar "¡Me cago en Dios!" o "¡Jesús, cobarde, gallina, capitán de la sardina!". En realidad, si lo piensas bien, es una ley absurda, ya que absolutamente todos son blasfemos en uno u otro sentido: el católico para el musulmán por por no pensar que Mahoma es su profeta, el musulmán para el católico por no admirar al Papa como máximo exponente de Dios en la tierra, y yo para todos por no creer en historias fantásticas excepto en las de Roald Dahl. Y así sucesivamente. Afortunadamente, hay gente sensata en la isla, como los de Atheist Ireland, que han denunciado la estupidez de esta ley y se han atrevido a hacer lo que yo todavía no he hecho en este texto, es decir, transgredir y provocar, publicando 25 citas blasfemas de diferentes personas (entre ellas, Jesuscristo y Mahoma, cielos). Había pensado que sería genial cerrar el texto con unas palabras de la pesada de Björk que terminan con un contundente "fuck the Buddhists", pero he reflexionado y creo que, para no romper este tono de aburrida corrección política, será mejor concluír con Salman Rushdie, el resto que los lean los lectores por su cuenta.
“The idea of the sacred is quite simply one of the most conservative notions in any culture, because it seeks to turn other ideas – uncertainty, progress, change – into crimes.”
Nota. A partir de mañana, si todo va bien, volveré a estar en Cork, así que se dan por concluídas las "blasfemias contra Irlanda". Si algún irlandés pregunta, no he sido yo.
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lunes, 4 de enero de 2010
Puñalada trapera (I): Irlanda irlandesa
Ya en España, habiendo superado la letal mezcla que conforman el turrón, las comidas copiosas, el cava y el Almax (de ahí mi nisesabeava ausencia), me propongo hacer un ejercicio de abstracción afectivo-sentimental, estando en la distancia, para analizar de una forma más crítica y objetiva ciertos aspectos del país en el que he estado 3 meses (y volveré a estar otros cuasi-seis), Irlanda. Lo que, traducido, y fiel a la tradición de este blog, significa que voy a aprovechar que no estoy allí para ponerles a caldo desde mi cálida habitación ibérica. Eso sí, en cuanto pise de nuevo el aeropuerto de Cork forzaré mi más ensayada sonrisa y no veré el momento de pedir otra Guinness. Me gustaría centrarme en un par de los aspectos que más me chirrían de la Isla Esmeralda, que es como muchos la llaman sin darse cuenta de que parece que se refieren una pantalla de Pokemon.
En primer lugar, Irlanda es un país eminentemente nacionalista. O sea, son irlandeses, pero irlandeses, irlandeses, irlandeses. Y están orgullosos de ello hasta límites insospechados. Tienes continuamente señales que te lo recuerdan: los pubs, la música, los mitos, los monumentos, los deportes, las materias en la universidad... incluso la campaña publicitaria del Dunnes Stores, una cadena de centros comerciales, reza: "The difference is... we're Irish", en clara contraposición a Tesco, otra firma británica. Y precisamente este ejemplo puede extrapolarse para comprender qué es lo que en realidad pasa, ni más ni menos: Irlanda es un lugar que ha sido durante siglos, literalmente, el patio trasero del Reino Unido, y su cultura milenaria (y no es una exageración esto de milenaria), ha sido pisoteada, humillada, ignorada, vilipendiada, eteceada, con tan sistemática eficacia que algunos que yo me sé se lo pensarían dos veces a la hora de utilizar la palabra "opresión".
Esto, lamentablemente, me crea un grave conflicto interno, ya que, por una parte, no puedo evitar sentir simpatía por ellos y su "nacionalismo como forma de resistencia", resistencia a un enemigo que por cierto aún sigue ahí en el Norte. Además, me parece estupendo que se haya conseguido resurgir o mantener una cultura (todas son valiosas, salvo las excepciones que en este blog se indiquen, y no en otro lugar): la música tradicional está en todas partes y gusta, los deportes autóctonos (futbol gaélico y hurling) son, con diferencia, los más seguidos, todos los jóvenes estudian el idioma Irlandés desde pequeños, aunque luego no se hable tanto (un poco como pasa con el Euskera). Y así. Por otra parte, como es sabido, todo nacionalismo me causa sarpullidos; cualquier patriotismo, por muy "defensivo" y "lógico" que sea, me provoca unas ganas irrefrenables de vomitar, ya que no dejan de parecerme algo cañí, cerrado e intolerante. En resumen, al final me satura un poco ver tanta Irishness por ahí, te acabas hartando de tanto mito celta, tanto Leprechaun de los cojones, tanto trébol y tanto arpa.
Afortunadamente, todo este asunto me ha creado un par de anécdotas como mínimo curiosas, y que pueden llegar al extremo de hilarantes, según la sensibilidad y el sentido del humor del lector hacia los temas de los que hablamos.
Una noche, un chavalín de no más de 15 años, que estaba practicando skateboard en la calle mientras bebía vodka con sus colegas, se mostró realmente agradecido cuando supo que éramos españoles, ya que les "habíamos defenido al luchar contra el ejército inglés". Yo no sabía ni de qué cojones hablaba (una vez más, fiel al libro de estilo del blog, no he considerado necesario documentarme), pero debía de ser algo de hace tiempo, porque hablaba de flotas, armadas y rollos de esos que le molan al Pérez-Reverte (si algún lector lo sabe que lo apunte). En cualquier caso, yo pensé que me importaba una mierda, porque ni yo estaba en esa batalla, ni él entre los rescatados, así que no había deuda alguna.
Otra noche, yo le solté a un chico precisamente todo este rollo anterior del exceso de nacionalismo, incluído lo de que en parte me parecía lógico porque han estado mucho tiempo a la sombra del Reino Unido y blablabla. Él me contestó que no sólo eso, sino que todavía seguían a la sombra del Reino Unido, y para que yo lo comprendiera mejor, me aseguró: "un poco como Cantalunya con España".
Finalmente, otra tarde en un pub, un hombre considerablemente borracho empezó explicándonos las provincias de Irlanda y acabó preguntándonos por Franco y cantando el himno nacional español (el de ahora). Ya pensábamos lo peor, cuando nos soltó de repente que él era anarquista, socialista y comunista (curioso refrito), y empezó a proferir insultos hacia nuestro antiguo caudillo. Pero lo mejor estaba por llegar, cuando, su colega, igual de borracho, me preguntó que de dónde era. Yo le dije que de Burgos, "un sitio entre Madrid y el País Vasco". El tío se emocionó con lo último y le tuve que confesar que había pasado casi toda mi vida en el País Vasco. Acto seguido, soltó la pinta de cerveza, irguió la espalda, me extendió la mano (yo le correspondí con la mía), aclaró la voz y dijo: "Encantado. Queréis la libertad, como nosotros".
Como el lector habrá deducido, verme identificado con semejante maraña de sentimientos nacionalistas de todos los colores me causó graves problemas psicológicos y de identidad, por lo que, para demostrar que no nos casamos con ninguno y, por supuesto, también a modo de terapia, añadiré una última apreciación sobre ellos: QUE LES DEN POR CULO A TODOS.
Nota: mañana (o algo más tarde) llegará la parte 2, dedicada a un asunto tan interesante como la religión. Esto promete, amigos.
En primer lugar, Irlanda es un país eminentemente nacionalista. O sea, son irlandeses, pero irlandeses, irlandeses, irlandeses. Y están orgullosos de ello hasta límites insospechados. Tienes continuamente señales que te lo recuerdan: los pubs, la música, los mitos, los monumentos, los deportes, las materias en la universidad... incluso la campaña publicitaria del Dunnes Stores, una cadena de centros comerciales, reza: "The difference is... we're Irish", en clara contraposición a Tesco, otra firma británica. Y precisamente este ejemplo puede extrapolarse para comprender qué es lo que en realidad pasa, ni más ni menos: Irlanda es un lugar que ha sido durante siglos, literalmente, el patio trasero del Reino Unido, y su cultura milenaria (y no es una exageración esto de milenaria), ha sido pisoteada, humillada, ignorada, vilipendiada, eteceada, con tan sistemática eficacia que algunos que yo me sé se lo pensarían dos veces a la hora de utilizar la palabra "opresión".
Llevo un rato fascinado con el descubrimiento de esta imagen. Ansío volver para que alguien me la explique. Clic para ampliar.
Esto, lamentablemente, me crea un grave conflicto interno, ya que, por una parte, no puedo evitar sentir simpatía por ellos y su "nacionalismo como forma de resistencia", resistencia a un enemigo que por cierto aún sigue ahí en el Norte. Además, me parece estupendo que se haya conseguido resurgir o mantener una cultura (todas son valiosas, salvo las excepciones que en este blog se indiquen, y no en otro lugar): la música tradicional está en todas partes y gusta, los deportes autóctonos (futbol gaélico y hurling) son, con diferencia, los más seguidos, todos los jóvenes estudian el idioma Irlandés desde pequeños, aunque luego no se hable tanto (un poco como pasa con el Euskera). Y así. Por otra parte, como es sabido, todo nacionalismo me causa sarpullidos; cualquier patriotismo, por muy "defensivo" y "lógico" que sea, me provoca unas ganas irrefrenables de vomitar, ya que no dejan de parecerme algo cañí, cerrado e intolerante. En resumen, al final me satura un poco ver tanta Irishness por ahí, te acabas hartando de tanto mito celta, tanto Leprechaun de los cojones, tanto trébol y tanto arpa.
Un "¿Sabías que...?" en toda regla: Guinness tenía registrado el diseño del arpa, así que en las monedas tuvo que utilizarse al revés. Curioso. Nos lo dijeron en la fábrica de cerveza. Autobombo, claro.
Afortunadamente, todo este asunto me ha creado un par de anécdotas como mínimo curiosas, y que pueden llegar al extremo de hilarantes, según la sensibilidad y el sentido del humor del lector hacia los temas de los que hablamos.
Una noche, un chavalín de no más de 15 años, que estaba practicando skateboard en la calle mientras bebía vodka con sus colegas, se mostró realmente agradecido cuando supo que éramos españoles, ya que les "habíamos defenido al luchar contra el ejército inglés". Yo no sabía ni de qué cojones hablaba (una vez más, fiel al libro de estilo del blog, no he considerado necesario documentarme), pero debía de ser algo de hace tiempo, porque hablaba de flotas, armadas y rollos de esos que le molan al Pérez-Reverte (si algún lector lo sabe que lo apunte). En cualquier caso, yo pensé que me importaba una mierda, porque ni yo estaba en esa batalla, ni él entre los rescatados, así que no había deuda alguna.
Otra noche, yo le solté a un chico precisamente todo este rollo anterior del exceso de nacionalismo, incluído lo de que en parte me parecía lógico porque han estado mucho tiempo a la sombra del Reino Unido y blablabla. Él me contestó que no sólo eso, sino que todavía seguían a la sombra del Reino Unido, y para que yo lo comprendiera mejor, me aseguró: "un poco como Cantalunya con España".
Finalmente, otra tarde en un pub, un hombre considerablemente borracho empezó explicándonos las provincias de Irlanda y acabó preguntándonos por Franco y cantando el himno nacional español (el de ahora). Ya pensábamos lo peor, cuando nos soltó de repente que él era anarquista, socialista y comunista (curioso refrito), y empezó a proferir insultos hacia nuestro antiguo caudillo. Pero lo mejor estaba por llegar, cuando, su colega, igual de borracho, me preguntó que de dónde era. Yo le dije que de Burgos, "un sitio entre Madrid y el País Vasco". El tío se emocionó con lo último y le tuve que confesar que había pasado casi toda mi vida en el País Vasco. Acto seguido, soltó la pinta de cerveza, irguió la espalda, me extendió la mano (yo le correspondí con la mía), aclaró la voz y dijo: "Encantado. Queréis la libertad, como nosotros".
Como el lector habrá deducido, verme identificado con semejante maraña de sentimientos nacionalistas de todos los colores me causó graves problemas psicológicos y de identidad, por lo que, para demostrar que no nos casamos con ninguno y, por supuesto, también a modo de terapia, añadiré una última apreciación sobre ellos: QUE LES DEN POR CULO A TODOS.
Nota: mañana (o algo más tarde) llegará la parte 2, dedicada a un asunto tan interesante como la religión. Esto promete, amigos.
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