miércoles, 2 de diciembre de 2009

Corresponsales


Mi periódico es EL PAÍS y, tras varios años leyéndolo, puede decirse que lo conozco bien. Me he acostumbrado a su formato y me gusta. Si sigues el orden natural de las cosas, tal y como Dios (aka Polanco) lo ha concebido, y pasas de la portada a la página dos, te encuentras con la sección Internacional. O porque está bien escrita, o porque quienes se dedican a ella tratan asuntos interesantes, suele ser frente a la que más tiempo paso.

Ser asiduo de la sección Intenacional supone que acabas leyendo a los corresponsales. Unas personas concretas con las que puedes establecer una cierta empatía pese a no conocerlas físicamente. Abres el periódico y sabes que es probable que Ángeles Espinosa escriba algo desde Teherán, que Walter Oppenheimer te cuente lo aburrido que es Gordon Brown y el desafecto que causa entre los británicos o que Mauricio Vicent te diga cómo trampean los cubanos alguna prohibición estatal. Te narran lo que pasa en su zona y puedes llegar a identificarte tanto con él que cuando fallece, como pasó con José Comas (era corresponsal de EL PAÍS en Berlín), sientes pena y tristeza.

De entre todos los corresponsales que ha tenido EL PAÍS, ha habido uno que ha hecho que todos los días comprobase de arriba a abajo si aparecía publicada alguna noticia o artículo que él hubiese redactado. Su nombre es Enric González. De acuerdo que fuese el encargado de Italia, un país surrealista, pero su cobertura de hechos coyunturales que iban sucediendo allí (elecciones, luchas internas de la izquierda, economía) sobresalía. Lo que escribía desprendía una ironía enorme. No tenía piedad con las dificultades de Berlusconi para reconocer su derrota electoral de 2006.

Es evidente que la prensa deportiva española no deja de ser sensacionalismo. Enric González, seguidor del Inter, escribía una columna cada lunes sobre el Calcio (liga italiana) que contrastaba con lo publicado en ese género. Leerla era tan imprescindible que, años después, alguna editorial lo publicó en forma de libro. Se burló de lo putrefacto del sistema italiano y de la corrupción existente; Luciano Moggi, director general de la Juventus, está encarcelado por hacer trampas. Narraba la vinculación política de algunos clubes y la mala suerte y el fracaso de otros como el Torino, cuya estrella de los años sesenta, Gigi Meroni, fue mortalmente atropellado en su momento de máximo esplendor por quien unas décadas después llegaría a ser presidente de ese equipo. En realidad, aquellas columnas no tenían nada que ver con el fútbol. Simplemente eran una muestra más de lo que es Italia.



Si cuando dejas una corresponsalía te ofrecen una columna diaria de lunes a viernes, más otra los domingos, es porque has hecho tu trabajo razonablemente bien. Y eso es lo que le ofrecieron y aceptó. Por eso, hemos estado disfrutando estos últimos dos años de escritos de menos de trescientas palabras en las que se burlaba de Zapatero (no sabe adónde va) y del PP (Rajoy también ha sido vapuleado). También contaba momentos de su vida periodística como su sorpresa cuando, en medio del caos y la anarquía de las matanzas del Congo de 1994, le había suplicado a un negro que le dejase utilizar un teléfono para enviar su crónica a Barcelona y éste le había respondido (al oir la palabra "Barcelona"): ¡Visca Catalunya Lliure i socialista!". Al parecer, un misionero se lo había enseñado.

Pese a que gente como Saramago ha alabado las columnas de Enric, no todo ha sido un camino de rosas. El 30 de abril de este año le hicieron lo más patético que le pueden hacer a un periodista; censurarle. Sí, EL PAÍS, mi periódico, también censura. Y eso es algo repugnante. No debió hacer mucha gracia su afirmación, en la columna que tenía que ser publicada ese día, de que: "cualquier día, en cualquier empresa, van a rebajar el sueldo a los obreros para financiar la ludopatía bursátil de los dueños". Lo vieron como un ataque a los propietarios del diario, que se dedican a eso. Esa columna no vio la luz. No obstante, no ha sido el primero ni el último que se ha visto afectado por ello: Fernando Savater incomodaba cuando la tregua con ETA, y algún artículo suyo no fue publicado.

Enric González publicó ayer su última columna. Desde enero vuelve a ser corresponsal, ésta vez desde Jerulasén. Sabe mucho de religiones y, en especial, de la hebraica. Habrá que volver a mirar detenidamente el periódico de cada día. Aunque sea sólo para saber si ese día se publica algo escrito por él.

Nota Marginal: Ya que has leído el texto, lee los artículos linkeados. Merecen la pena.
Fotos: Portadas de dos libros de él. La primera, Historias del Calcio, ya mencionada arriba. Con respecto a la segunda, Historias de Londres, fue corresponsal durante un tiempo allí. Además de en Nueva York, París, Washington y Roma. Pese a que hay fotos de él circulando por Google, siempre ha manifestado su rechazo a la popularidad y se ha planteado si hay una necesidad real de conocer la cara del periodista.

3 comentarios:

Pajares dijo...

Gran articulista. Pena que su mayor aficion fuera escribir sobre los callos de los pies de los cuñados de jugadores del calcio de los años 30... ultimamente, escribia hasta una columna sobre la televisión en las últimas páginas del Pais. Pero era entrañable leerle siempre.

Bo dijo...

La verdad es que nunca le he leído (bueno, no habitualmente), pero te entiendo. De todas formas, que vuelva a su puesto de corresponsal no es mal consuelo.

Tu entrada me ha recordado los históricos y buenísimos corresponsales de TVE, a quienes jubilaron hace un par de años.

Por cierto, veo que sigues el Libro de Estilo de El País cuando escribes EL PAÍS... ;)

Vázquez dijo...

Realmente nunca me lo había planteado demasiado. Quizás hasta me hayan lavado el cerebro, no es nada descartable.