miércoles, 3 de marzo de 2010

La eclosión del trauma

4 de Noviembre de 1995.

Un hiperactivo e irritante muchachuelo de menos de diez años corretea por la casa después de cenar. Sus padres, exasperados, miran con ansia el reloj, que parece no marcar nunca la hora clave, la hora que hará que esa ciclogénesis explosiva se calme por un rato. Frente al televisor, el chavalín abrirá los ojos, descolgará el labio inferior y se preparará para ver, contemplar, uno de los programas más grandes que ha dado la historia de la televisión española: La noche de los castillos.


****

El programa, que debía de tener un presupuesto del copón bendito, se desarrollaba cada semana en un castillo de la geografía española. La mezcla de ingredientes era digna del genio que inventó el Daiquiri (blues). En primer lugar, tres parejas echaban una carrera en todoterreno hasta la puerta del castillo. El camino, por supuesto, estaba trufado de distintas pruebas. En cualquier caso, la primera parte era un poco coñazo. Pero la cremita buena llegaba en la segunda parte del programa: la pareja que hubiera llegado primero al castillo tenía la misión de rescatar a la hija del Rey Folof (interpretado por Anthony Queen, ni más ni menos), que había sido secuestrada por el malo malísimo Thorque. La princesa cada semana era distinta y según leo en wikipedia, la única y más fiable fuente de información en el mundo mundial, fueron princesas señoritas como Sofía Mazagatos, Norma Duval, María Adánez, Anne Igartiburu o, sí, Leticia Sabater.

A partir de ahí comenzaba una aventura, que, desde luego, hacía volar mi ya exacerbada imaginación: la curiosa mezcla de ambientación medieval aderezada con varios anacronismos intencionados poco parecían importarme. Los distintos habitantes del castillo retaban a los concursantes con acertijos, encargos, objetos misteriosos. Los concursantes, por su parte, debían salir del paso con la ayuda de unos discos que indicaban la dirección en la que se encontraba la princesa, un mini ordenador portátil que llevaban enganchado al pecho con velcros... Además, tenían que recolectar todo el oro que pudieran, ya que al final de la fase había que fundirlo para crear la enorme llave con la que se abría la celda de la princesa. Existía un tiempo límite antes de que ésta fuera ejecutada, por lo que la tensión siempre estaba en el aire, aumentada por las apariciones esporádicas de Torque, acompañadas de una música y efectos de sonido que me acojonaban cosa fina. Eso sí, era más lento que su caballo (el del malo) y pocas veces cazaba a los concursantes.



Los seis primeros minutos de programa, en los que se explican más o menos todas las fases del mismo.


En resumen, mi afición por este programa fue tan obsesiva que comencé a pedir libros sobre castillos, que memorizaba mejor que los estadios de los equipos de fútbol (lo habitual en los niños de mi edad): Loarre, Belmonte, Coca, Manzanares del Real, qué míticos eran, joder. Además, obligaba a mis padres a desviarnos en vacaciones para ver algún castillo que pillara de paso, mi madre llegó a fabricarme un miniportátil con papel (y era acojonante) y mi abuelo me regaló la llave más grande que encontró por casa, haciéndome el niño más feliz y proto-friki del planeta. Y sí, yo jugué a esto en el patio del cole.


Programa de 2 horazas completo, por si alguien se aburre y le entra la vena nostálgica.


****

4 de Noviembre de 1995. Más tarde.

Pero esa noche, los padres de nuestro joven y aventurero protagonista, no sabían que la caja tonta no sólo no iba a amansar a su fiera, sino que iba a causarle un trauma de por vida, una herida aún no cicatrizada, un portal al infierno mal cerrado. El incómodo silencio de la sospecha reinaba en la sala hasta que una música de telediario se escuchó: avance informativo. Isaac Rabín, Premio Nobel de la Paz israelí y uno de los principales impulsores del diálogo con Palestina, había sido asesinado, precisamente por un ultraortodoxo judío, al que no le hacía gracia eso de "la paz". El llanto de desolación del niño fue descomunal, no porque estuviera concienciado respecto a Oriente Medio, sino porque se daba paso a un programa informativo especial y, por lo tanto, no se iba a emitir La noche de los castillos, la peor noticia posible, el apocalipsis, el mineralismo.

****

27 de Febrero de 2010.

El niño, ya algo mayor, pero todavía niño, al menos mentalmente, contempla el Castillo de Ross en el Parque Nacional de Killarney, que le maravilla y a la vez le hace recordar, por primera vez en mucho tiempo, el amargo incidente de 15 años antes. Entonces comprende que de aquello surgió, a la vez, su pasión por los castillos, su antisemitismo extremo y la profusión de esvásticas en su blog. Él rencor acumulado en su corazón permanecerá inmutable hasta el fin de los tiempos. A no ser que repongan el programa, claro. Y que desaparezca el estado de Israel, ya que me pongo. Mierda, se me ha olvidado la tercera persona.

¡Corred, que matan a la princesa!

2 comentarios:

natshady dijo...

jejeje muy bueno!!! yo tb veía este programa... k ni me acordaba como se llamaba! k tiempos akellos! hehe xD

Elvira dijo...

Wow, yo estuve viviendo un mes en Killarney cuando tenía 14 años! Qué recuerdos!