A poco que lo examinemos, caeremos en la cuenta que el Erasmus es un elemento más de la sociedad low cost. De esta manera, viajamos y nos metemos todos los días en la página de Aire Ryan para descubir nuevas ofertas con las que hacer turismo pagando poco. Nada más llegar y encontrarnos con nuestra habitación desnuda, acudimos a IKEA para comprar aquello que echamos en falta porque sabemos que allí los muebles son baratos. Lo cual tiene una consecuencia concreta: la lámpara Duderö, perteneciente a la multinacional sueca, está en todo dormitorio de estudiante que se precie. Más aún, influenciado por esta corriente de bajo coste, acudí uno de los primeros días de mi estancia en Alemania a Mayersche, librería-centro comercial de Colonia, donde compré "Nada" (Carmen Laforet) porque me apetecía leer algo en español y su precio era más bajo que otras novelas. El resultado fue digno de lo low cost; barato y decepcionante.
La concepción low cost del mundo se lleva también al supermercado. Los propios alemanes entendieron esto bien desde hace ya bastante tiempo. Los hermanos Albretch crearon una cadena de tiendas donde se puede comprar productos básicos a precios muy baratos ¿Cómo lo hicieron? Se ofrecían pocas cosas y no se cuidaba mucho la presentación. Han conseguido de esta manera colocar a su empresa, Aldi, entre las más pujantes del sector y ser ellos parte de las mayores fortunas de Europa.
El tema de la compra alcanza una importancia nada desdeñable al irte de casa cuando, indignado, descubres que la nevera no sólo no se llena por sí misma, sino que además es tu responsabilidad ocuparte de lo que en ella hay. A diez minutos de mi casa se encuentra un Lidl, que es esa cadena de supermercados también low cost y que comparte el espíritu ya citado de los Aldis. La mayor parte de los productos son realmente baratos, como las tabletas de chocolate Milka de oferta a 55 céntimos. Al ser en Alemania la preocupación por el medioambiente mucho mayor que en España, se ha desarrollado la etiqueta verde, respetuosa con el entorno natural. Hay así huevos ECO puestos por gallinas concienciadas con el crecimiento sostenible. Son estos productos ecológicos los únicos en los que el precio se sale un poco de lo normal.
El supermercado tiene también importancia desde el punto de vista formativo cuando acudes a él acompañado. Aprendes así que los polacos miran con puritano escepticismo (quizás razonado) los productos light: desconfían del queso light y de la leche desnatada. Además, si yo estaba profundamente ilusionado y maravillado con los yogures alemanes (siento una especial pasión por el de tarta de queso con trocitos de naranja), ellos han contribuído a que semejante imagen idónea se desmorone: los yogures polacos son mucho mejores. Punto final a cualquier debate que se pueda suscitar al respecto.
Como afirmaba, el precio y la proximidad del supermercado, son los criterios que guían mis compras. Lidl manda. Al haber contribuído la inauguración de un Eroski en mi barrio de Valladolid a la cohesión social, nunca me habían planteado que el gastar en un sitio y no en otro pudiera conllevar diferencias sociales significativas. En realidad, esa muestra de ingenuidad duró hasta que un día, volviendo a mi casa alemana, me econtré en el metro a una erasmus inglesa que me explicó que a ella jamás de los jamases se le ocurriría ir al Lidl. Haciendo gala de una de las grandes aportaciones británicas al mundo, el clasismo, me explicó que eso era para los de la clase baja y que ella, que pertenecía a la middle class, se iba al REWE; esa tienda que hay cerca de donde vivimos, donde hay mayor oferta, orden, limpieza, los precios son más altos y, sobre todo, es improbable que aparezca alguien de la clase baja. Esa tienda donde el tomate frito es mucho más caro que en cualquier otro sitio.
Rajoy, como buen defensor de la clase media, promete una bajada del precio del tomate frito para cuando sea Presidente del Gobierno.
Lo cierto es que, no conforme con lo anterior, me dijo que en Inglaterra también hacía lo mismo. Que aunque tenía una tienda cerca de su casa, prefería recorrerse dos kilómetros y medio cada vez que iba a hacer la compra para no coincidir con aquellos que tenían menos recursos. Obviamente, yo no tenía la intención de herir su autoproclamada pertenencia a la clase media, ni de dar ejemplo, ni de nada. Por eso no le dije que en mi barrio vallisoletano gitanos y no gitanos no sólo gastamos en el mismo sitio, sino que además comemos en el mismo modelo de plato proporcionado por Eroski. A fin de cuentas, con regodearse en lo que estaba contando era suficiente.Nota marginal: Los exámenes han forzado que escribamos menos aún que de costumbre. Pero no se preocupen, a partir de ahora lo haremos con más frecuencia y si no, ya nos inventaremos una excusa suficientemente buena con la que cubrirnos.
Fotos: Lámpara en cuestión. Líder de la oposición haciendo de verdulero en las otras dos. Bueno, en la última en realidad está dando un discurso.