sábado, 26 de diciembre de 2009
Caspa radioactiva
El miércoles, tras varios meses fuera de casa por los respectivos erasmus, David y yo nos reencontramos y nos dedicamos a hablar de la religiosidad polaca, de la universidad, de viajes que no realizaremos nunca pero que nos gusta planificar, de un cheque cultural que da el gobierno de Patxi López o de cómo fracasamos en los idiomas. Vinimos a cumplir lo que son las Navidades cuando estás fuera; volver a estar con gente que hace un cierto tiempo que no ves.
En ese grupo de gente podemos incluir a la familia, esa parte más cercana a cada uno, que es capaz de llamarte un viernes a las 00 al móvil de Alemania porque el que escribe estas líneas lleva sin dar señales de vida una semana y les interesa saber si, al menos, aún sigues con vida. Además de cariño, comprensión y comunicación, la familia también es capaz de proporcionarte otras cosas que, de no ser por ellos, serían inalcanzables. No hablo sólo de la educación o de la posibilidad de comer pescado tras verme durante tres meses prácticamente privado de ello. Me refiero también al acceso a determinadas perversiones que mi estimada abuela me permite, como leer la más fascinante revista del panorama nacional: el ¡Hola!.
Cabe preguntarse cómo una persona octogenaria como mi abuela, que ha sobrevivido a una guerra civil y una postguerra y cree firmemente en Dios, pueda desarrollar una confianza tan grande en la prensa rosa. También cabe preguntarse cómo yo, que ni he sobrevivido ni creo en nada, puedo sentir una atracción tan grande por el ¡Hola!. Puede ser el mundo casposo, pseudoelitista y superficial que muestra lo que me hace Navidad tras Navidad (cuando aparece bajo el brazo de mi abuela) hojearlo de forma obsesiva. Puede también que sea la forma en que está escrito, con un lenguaje meloso y falso. No es descartable que lo que me enganche sea la frivolidad que desprende. En cualquier caso, me plantearía seriamente si me doy asco, si no fuera porque hay gente que ve series como Física o Química o escucha El canto del loco con absoluta devoción.
Como eje principal de la publicación está nuestra querida Familia Real. Todo gira entorno a Letizia. Princesa cercana al pueblo y sensible cuando corresponde. En otras ocasiones, sólo para alabar su forma de vestir y hacer de ello algo principal, adornado con adjetivos como "moderno" o "veraniego". Por supuesto, cuando habla de ella, no se dice que pueda tener problemas de peso (¿anorexia?), cosa que la prensa europea trata con normalidad al mencionarla o que mis compañeras de piso (Francesa&Alemana) me preguntaron en una ocasión.
Obviamente, que los royals jueguen un papel importante, no deja de lado a otros famosos. Son estupendas las entrevistas en las que alguien se sincera, al estar todas guiadas por el mismo principio: cuanto mayor sea el dinero que el entrevistado recibe, mayor será su sinceridad. Que la relación entre verdad y dinero es directamente proporcional, es algo que aprendes con el ¡Hola!. Por si quedaba poco claro su papel formativo, hay que mencionar también su importante rol a la hora de permitir conocer ciertas celebraciones elitistas y con contenido altamente machista como las puestas de largo. Sirven para presentar a la sociedad (sic) a una chica (de familia bien, claro) y mostrar que ella ya está en edad casadera. La fulana en cuestión posa con varios vestidos y se le hacen preguntas no excesivamente elevadas tipo: ¿Tienes novio?¿Qué piensas ser en el futuro?
El ¡Hola! era hasta el momento completamente en color salvo un par de hojas. Eran las páginas de sociedad y en ellas aparecía lo más tradicional y putrefacto de la sociedad española. Señoras sexagenarias (mujeres de) que montaban un mercadillo benéfico, bodas de empresarios, presentaciones de nuevos comercios, bautizos de familias poderosas. Todas esas noticias sociales tenían un punto común: se trataba de personas que pagaban por aparecer demostrando opulencia y poderío, lo cual, junto al blanco y negro de la sección, venía a dar una plena sensación de que efectivamente estábamos ante lo más rancio del país. Representaba un quiero-y-no-puedo. Por eso, a poco alto que fuese el nivel de hijoputismo del lector, encontraba aquello como la mejor parte de la revista y se regodeaba en la mediocridad de los que salían allí. Todo eso fue hasta hace poco, que decidieron, al fin, colorearlo dando de esta forma un cierto toque de modernidad y legitimidad a toda la caspa que se exhibía. Craso error, los que leemos y disfrutamos la revista por pura perversión no nos merecemos algo así.
Fotos: La primera corresponde al escritor del que David se compró un libro con el cheque de Patxi y que ha escrito los relatos que estoy leyendo ahora. We love Anagrama. La segunda imagen corresponde a un número especial que el ¡Hola! dedicó a los gorilas.
Etiquetas:
Abuela,
Blanco y Negro,
Caspa Radioactiva,
Franco,
Gorilas,
Hola,
Puesta de largo,
Rancio
jueves, 10 de diciembre de 2009
Historias de la Hahnenstrasse: La magnitud de la tragedia
Las experiencias infantiles condicionan, hasta un punto superior al que cualquiera imaginaría, la posterior existencia y desarrollo del individuo. Echando la vista atrás, mi Señora Madre, por razones que desconozco, siempre me privó de esa crema llamada Nutella. Especulando, podríamos decir que fue porque me conocía bien y sabía que, de comprarla, duraría poco. Tuve así que limitarme a sólo poder comerla en los cumpleaños a los que era invitado. Allí, untada en pan de sandwich, el objeto de mi deseo se plasmaba en algo real, tangible y comestible.
La emancipación del erasmus no significó para mí poner lavadoras o preparar comida y cena día sí, día también. El verdadero elemento rupturista vino con una de las primeras visitas al supermercado, en la que, infringiendo la que hasta ese momento había sido doctrina materna (nutella NO), sucumbí a los cantos de sirena del frasco marrón y lo incluí en la cesta de la compra. Toda una actitud de rebeldía a 2.000 km de mi casa, como se puede comprobar. Lo poco que duró el tarro, expliquémoslo por la represión sufrida en la infancia, vino a dar la razón a mi madre sobre la poca conveniencia de caer en ello. Conclusión, no ha vuelto a aparecer en las estanterías de mi casa alemana.
Dejando de lado mis problemas con la Nutella, mis compañeras de piso (Francesa&Alemana) han conseguido hacer de ella el verdadero orgullo de la casa. ¿Cómo? Fácil, tienen un bote de 5kg de la preciada crema. Si usted estaba orgulloso del suyo de 750g, admita su derrota. Cada persona que llega a la Hahnenstrasse 19 se queda maravillada ante el frasco. Y todos formulan una serie de Frequently Asked Questions (FAQ) tipo: ¿Hay de verdad algo en su interior?¿Es verdad que caduca en marzo de 2010 y que se la tienen que comer antes de esa fecha?,¿De dónde lo sacaron?
El bote de Nutella de los cinco kgs, motivo de orgullo como ya he dicho, estuvo cerca de convertirse en un motivo de vergüenza y burla: Su tapa se quedó encasquillada y no se podía abrir cuando todavía quedaba más de la mitad de su contenido en su interior. Un precioso tarro de plástico inútil. La alemana, propietaria, se portó conforme a lo que los cánones de su nacionalidad dictan. Es decir, no se inmutó. Igual que se vayan a la basura más de 2,5kgs de la crema en cuestión.
La francesa, copropietaria, nos pidió ayuda al ruso y a mí, que rápidamente demostramos nuestra debilidad e incapacidad para desatascar la tapa. Fue entonces cuando hizo lo mejor saber hacer los franceses: protestar. No se resignó, e intentó una y otra vez desencasquillarla ¡Allons enfants de la Patrie!. Con paños y cuchillos lo probó; infructuosamente. Y, cuando la magnitud de la tragedia ya iba a ser real y el frasco irse a la basura, haciendo uso de su fuerza por enésima vez, consiguió abrirla y evitar que el drama fuese cierto. Por cierto, luego hizo la segunda cosa que mejor hacen los franceses: presumir escribiendo en el papel en el que está redactada la Norma Fundamental, también conocido como Putzplan, que "Eva hat das Nutella um 22.18 geöffnet mit ihrer eigenen Kraft" (Eva ha abierto la Nutella a las 22.18 con su propia fuerza). Pura represión.
Fotos: El tarro de nutella comparado con otro relativamente normal foto superior. En la segunda foto, inferior, el putzplan con la frase en cuestión. Por cierto, para el que sepa alemán, sí, el geöffnet está colocado donde le vino en gana. Otra hipótesis es que luego quisiera añadir el "mit ihrer eigenen Kraft" a su mayor gloria, algo nada descartable.
Etiquetas:
Alimentación,
Colonia,
Emancipación,
Erasmus,
Francia,
La magnitud de la tragedia,
Nutella
miércoles, 2 de diciembre de 2009
Corresponsales
Mi periódico es EL PAÍS y, tras varios años leyéndolo, puede decirse que lo conozco bien. Me he acostumbrado a su formato y me gusta. Si sigues el orden natural de las cosas, tal y como Dios (aka Polanco) lo ha concebido, y pasas de la portada a la página dos, te encuentras con la sección Internacional. O porque está bien escrita, o porque quienes se dedican a ella tratan asuntos interesantes, suele ser frente a la que más tiempo paso.
Ser asiduo de la sección Intenacional supone que acabas leyendo a los corresponsales. Unas personas concretas con las que puedes establecer una cierta empatía pese a no conocerlas físicamente. Abres el periódico y sabes que es probable que Ángeles Espinosa escriba algo desde Teherán, que Walter Oppenheimer te cuente lo aburrido que es Gordon Brown y el desafecto que causa entre los británicos o que Mauricio Vicent te diga cómo trampean los cubanos alguna prohibición estatal. Te narran lo que pasa en su zona y puedes llegar a identificarte tanto con él que cuando fallece, como pasó con José Comas (era corresponsal de EL PAÍS en Berlín), sientes pena y tristeza.
De entre todos los corresponsales que ha tenido EL PAÍS, ha habido uno que ha hecho que todos los días comprobase de arriba a abajo si aparecía publicada alguna noticia o artículo que él hubiese redactado. Su nombre es Enric González. De acuerdo que fuese el encargado de Italia, un país surrealista, pero su cobertura de hechos coyunturales que iban sucediendo allí (elecciones, luchas internas de la izquierda, economía) sobresalía. Lo que escribía desprendía una ironía enorme. No tenía piedad con las dificultades de Berlusconi para reconocer su derrota electoral de 2006.
Es evidente que la prensa deportiva española no deja de ser sensacionalismo. Enric González, seguidor del Inter, escribía una columna cada lunes sobre el Calcio (liga italiana) que contrastaba con lo publicado en ese género. Leerla era tan imprescindible que, años después, alguna editorial lo publicó en forma de libro. Se burló de lo putrefacto del sistema italiano y de la corrupción existente; Luciano Moggi, director general de la Juventus, está encarcelado por hacer trampas. Narraba la vinculación política de algunos clubes y la mala suerte y el fracaso de otros como el Torino, cuya estrella de los años sesenta, Gigi Meroni, fue mortalmente atropellado en su momento de máximo esplendor por quien unas décadas después llegaría a ser presidente de ese equipo. En realidad, aquellas columnas no tenían nada que ver con el fútbol. Simplemente eran una muestra más de lo que es Italia.
Si cuando dejas una corresponsalía te ofrecen una columna diaria de lunes a viernes, más otra los domingos, es porque has hecho tu trabajo razonablemente bien. Y eso es lo que le ofrecieron y aceptó. Por eso, hemos estado disfrutando estos últimos dos años de escritos de menos de trescientas palabras en las que se burlaba de Zapatero (no sabe adónde va) y del PP (Rajoy también ha sido vapuleado). También contaba momentos de su vida periodística como su sorpresa cuando, en medio del caos y la anarquía de las matanzas del Congo de 1994, le había suplicado a un negro que le dejase utilizar un teléfono para enviar su crónica a Barcelona y éste le había respondido (al oir la palabra "Barcelona"): ¡Visca Catalunya Lliure i socialista!". Al parecer, un misionero se lo había enseñado.
Pese a que gente como Saramago ha alabado las columnas de Enric, no todo ha sido un camino de rosas. El 30 de abril de este año le hicieron lo más patético que le pueden hacer a un periodista; censurarle. Sí, EL PAÍS, mi periódico, también censura. Y eso es algo repugnante. No debió hacer mucha gracia su afirmación, en la columna que tenía que ser publicada ese día, de que: "cualquier día, en cualquier empresa, van a rebajar el sueldo a los obreros para financiar la ludopatía bursátil de los dueños". Lo vieron como un ataque a los propietarios del diario, que se dedican a eso. Esa columna no vio la luz. No obstante, no ha sido el primero ni el último que se ha visto afectado por ello: Fernando Savater incomodaba cuando la tregua con ETA, y algún artículo suyo no fue publicado.
Enric González publicó ayer su última columna. Desde enero vuelve a ser corresponsal, ésta vez desde Jerulasén. Sabe mucho de religiones y, en especial, de la hebraica. Habrá que volver a mirar detenidamente el periódico de cada día. Aunque sea sólo para saber si ese día se publica algo escrito por él.
Nota Marginal: Ya que has leído el texto, lee los artículos linkeados. Merecen la pena.
Fotos: Portadas de dos libros de él. La primera, Historias del Calcio, ya mencionada arriba. Con respecto a la segunda, Historias de Londres, fue corresponsal durante un tiempo allí. Además de en Nueva York, París, Washington y Roma. Pese a que hay fotos de él circulando por Google, siempre ha manifestado su rechazo a la popularidad y se ha planteado si hay una necesidad real de conocer la cara del periodista.
Etiquetas:
Censura,
corresponsales,
EL PAÍS,
Enric González,
Gigi Meroni,
Historias del Calcio,
Italia,
José Comas,
Periodismo
Suscribirse a:
Entradas (Atom)